3. EL SOMBRERO DE TRES PICOS
FOLCLORE CANTE LITERATURA MÚSICA DANZA PINTURA DECORADOS TEATRO
Manuel de Falla, dibujado por Picasso.
La imagen que de España tenían los europeos a comienzos del Siglo XX se había popularizado gracias a la música y a los textos de algunos escritores, sobre todo ingleses, que habían viajado por España (p. e.: Cuentos de la Ahambra de Washington Irving). Dicha imagen tenía una visión, o prejuicio, romántica y aventurera. Los mitos conocidos de Don Quijote o Don Juan acompañaban a esa imagen desde obras musicales como El Barbero de Sevilla creado por Beaumarchais y que fue paseado por Europa gracias a la música de Paisiello, Rossini o Mozart, que también tiene un Don Giovanni; por no hablar de la exitosa exótica Carmen de Bizet.
En lo que se refiere a la aportación propiamente española, muchas veces se trataba de zarzuelas y operetas en las que no se huía del tópico andaluz y folclórico habituales. Hasta que llegó un cierto resurgir de la música española en obras de Albéniz, Granados, Falla, etc. que se llegaron a estrenar en París y Nueva York entre otras ciudades. El comienzo de la Primera Guerra Mundial interrumpió este camino de reconocimiento de una cultura española más real.
La conjunción de la música de Falla, la pintura de Picasso en los decorados y figurines, el relato de Pedro Antonio Alacón basado tanto en la tradición oral española y otros romances (incluyendo cantes flamencos), y la puesta en escena de los Ballets Rusos de Diaghilev, con coreografía de Leónid Massine y dirección de orquesta del suizo Ernest Ansermet, hizo posible una más moderna y auténtica revisión de la imagen de España. Y lo hizo con éxito desde que se estreno en Londres el 22 de julio de 1919.
Los Ballets Rusos habían revolucionado la danza con sus "Bailes Bárbaros y Orientales" y se adentraban en la senda de aires más modernos y vanguardistas. La CULTURA popular marcó considerablemente a los artistas del Siglo XX, de un modo muy definido a artistas españoles y rusos. Los artistas implicados lo que hacen es utilizar el arte y la cultura popular para alcanzar su esencia y despojarles de cualquier anecdotismo actualizándolos.
La obra tiene dos partes. En la primera se presentan los personajes, se baila a solo o a dúos; en la siguiente participa todo el cuerpo de baile hasta la apoteósis final en una alegoría del triunfo del pueblo sobre el poder del rey. Pero esto no es lo que interesa a los creadores. Lo interesante es el empeño de la expresión en forma artística de una idea de España genuina y del apego a la misma y a un concepto de vida.
Picasso se encuentra en un momento crucial de su vida. Ha estado explorando y explotando el cubismo, ha experimentado la aprehensión del espacio y la perspectiva y se encamina hacia una estética más clasicista y de reencuentro con la tradición española y la civilización mediterrránea. En esta interpretación de un tema español, lo que hace es todo un ejemplo de síntesis de toda su experimentación de aquella época.
En el telón de embocadura homenajea a Goya. En los decorados utiliza geometrías básicas deformadas que crean volumen y planos en perspectivas de arquitectura popular española; los baña en unos colores terrosos y pardos que evoquen el campo de su país y reflejen una luz plana. Sobre el fondo de telones, bambalinas y practicables (todo esto es cultura escenográfica) se resaltarán los colores brillantes y chillones de los figurines. Un vestuario cargado de motivos de inspiración goyesca que enfatizarán el color en movimiento (borlas, cintas, bordados, encajes, plumas, volantes, piñas, coronas, etc.).

Picasso intenta llevar al escenario el trazado colorista de las pinceladas a las tres dimensiones sobre el fondo de decorados en el que se integraba. Llevaba con ello la fusión de las artes y de toda una posible maquinaria de ballet como aquella que pretentendían la Bauhaus y sus ballets futuristas.
No en balde, el vestuario, sobre todo con todo el conjunto del ballet en escena, es algo arquitecturizado, maquinista. Con colores de maquillajes extravagantes y movimientos de pasos geométricos, sincopados, angulosos, de inspiración neo primitiva y cubista.
Sergio Diaghilev venía de concebir espectáculos con artistas de vanguardia, ballets de escenas futuristas y constructivistas, principalmente con Natalia Goncharova. La aplicación cubista de colores lisos conferían una fuerza enorme a la escena. Diaghilev era promotor de una síntesis entre arte clásico, popular y primitivo e intuyó que en el folclore español había una fuente de inspiración que admitía todas estas aportaciones.
El marco en el que se desarrolla la historia de abuso y pretensión de una autoridad (El Corregidor) sobre una pueblerina (la hija del molinero) es una monumental construcción de planos superpuestos que se realzan gracias a detalles realistas de color sobre una perspectiva tanto lateral como frontal, jugando con el vacío y el lleno, lo cóncavo y lo convexo, todo al servicio del baile.
En los dibujos de preparación y diseño hay humor, ironía, acumulación de motivos que dan ambiente. Barbas y caras maquilladas de colores, bailarines coloreados como vidrieras emplomadas de manchas luminosas. Todo desde y para un folclore alegre, desprejuiciado y despreocupado, burlesco y de farsa, moderno...
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