1.5. UN COLLAGE DE LA MEMORIA
No se sabe muy bien cómo funcionan los mecanismos de la memoria.
Rebuscar en la memoria es buscar en un baúl desordenado (el cofre donde un pirata guarda su botín). De repente nos acordamos de algo, sin saber por qué, lo vamos a buscar al desván de nuestra memoria y encontramos otra cosa que nos sorprende. En nuestro recuerdo tenemos referencias que aparecen y nos asaltan de vez en cuando. Imágenes, espacios, vivencias, fantasmas, que surgen unos más a menudo que otros.
Tengo un recuerdo desde muy pequeño de haber ido de la mano de mi padre a la Mezquita de Córdoba, de haber correteado entre las columnas y jugado al escóndite detrás de ellas. Edificio lleno de leyendas, cada columna tiene la suya (léase a Góngora), arraigado en el acervo popular de Córdoba, cuenta su historia a través de las cicatrices arquitectónicas que su vida ha dejado a su paso (leer el artículo de Rafael Moneo en la revista Arquitectura: "La vida de los edificios").
A lo largo de once o doce siglos, la Mezquita se va ampliando sin cambiar su esencia y siendo siempre reconocible, tal es la potencia de la directriz proyectual y constructiva en su origen. Ha admitido y mejorado toda intervención acometida en su seno y, a su vez, la ha envuelto sin cambiar la idea originaria, enriqueciéndose con las aportaciones que se fueron introduciendo con el tiempo. Tanto es así que la inabarcable complejidad espacial lograda ridiculiza por gratuito e inútil el posible debate ideológico sobre la imposición y mezcla de formas de una religión sobre o junto a otra.
Como dice el discutido historiador Ignacio Olagüe (La Revolución Islámica en Occidente), el paseante que entra en la Mézquita se ve sorprendido por: "...el aliento de un soplo extraordinario, como si le rozara la cara el alma de este templo misterioso."
Desde la primera vez que ví esta planta del ayuntamiento de Alvar Aalto en Säynätsalo Finlandia) tuve ganas de visitarlo. Creo que lo nos emociona de Aalto es esa conjunción de formas y texturas vernáculas, enraizadas en el nacionalismo y romanticismo nórdicos y la modernidad de sus sofisticados diseños, tanto de edificios como de objetos. Los planos de Aalto parecen una serie de papeles de croquis superpuestos en los que se han ido añadiendo por capas, en la misma planta, diferentes elementos y detalles a distintas escalas que han ido definiendo y enriqueciendo el proyecto. El resultado es que desde el plano se hace creible la posibilidad de un lugar con carácter propio. La parte inferor de la planta, el edificio exento que cierra la U invertida es la biblioteca, con un apartado para niños. Imagino a los niños finlándeses leyendo esas historias de sagas nórdicas, de cuentos de hadas, dragones, lobos, ogros y héroes en este lugar de cuento, mirando hacia la noche invernal eterna, con el bosque fuera y el lago al fondo, es algo que los, al parecer muy bien educados, niños de Säynätsalo y sus padres deben en parte agradecer a Aalto.
Villa Adriana, en la región del Lazio, cercana a Roma, es un conjunto de ruinas en la campiña de algo que se concibió como villa de la 'civitas' pero erigida en el campo de modo flexible y orgánico, a modo de los campamentos nómadas y viajeros de tribus y ejércitos. Crecedera en el tiempo, construida a saltos y según se iban añadiendo parcelas, no pierde nada de su unidad. La visión de aparente laberinto quebrado, sin continuidad, consigue homogeneidad gracias al lenguaje arquitectónico y decorativo con el que su creador, el emperador Adriano, decide construirla (fundametal e imprescindible: Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar, editorial Edhasa, como todo lo escrito por esta señora, sean relatos largos o conjunto de ensayos). Unidad que se refuerza con las expresión de símbolos, mitos y conocimientos que este emperador recoge de diferentes mundos y culturas que conoce y estudia a lo largo de su vida viajera.
Lección de arquitectura que atiende a las vistas, la orientación y los vientos dominantes, en la que cada quiebro sirve para situar los muros de contención junto a almacenes o cuartos que no necesitan ventilación amén de articular circulaciones o cambios de nivel mediante escaleras o rampas, aprovechando taludes que resuelven la discontinuidad y llevan el desagüe.
Las ruinas romanas hacen entender su arquitectura, la escala, la decoración escariada que da sentido y viste los espacios del Imperio, imponentes como la montaña en la que se vuelve a convertir la ruina de la masa muraria de ladrillo y cemento romano.
Los dibujos de Otto Wagner son tan delicados y elegantes como su arquitectura. En sus dibujos se reconoce su arquitectura y viceversa, con la misma finura. Arquitecto de un Imperio en decadencia, el Austro-Hungaro, que pretendía dar buenos servicios a sus subditos, Wagner nos obsequia con proyectos desprejuiciados de corte clásico pero con un diseño en detalles e interiores que anuncian la modernidad. Su edificio de la Caja Postal en Viena es una caja metálica y de vidrio que se reviste con un conjunto laminar de placas de mármol que no ocultan su anclaje, el cual subraya el despiece introduciendo dos ritmos y texturas en los alzados que contribuyen al aspecto formal.
Wagner debe ser de los pocos casos en que, como miembro influyente de la Academia, profesor y director de la sección de Arquitectura de las Bellas Artes de Viena, arquitecto del Antiguo Régimen, colabora a institucionalizar la vanguardia de la que son integrantes sus alumnos, los Hoffmann, Olbrich, etc de la Sezession vienesa.
Son más que recomendables los libritos de artículos de Wagner y Adolf Loos (dos tomos) de la editorial El Croquis, que creo que están en la biblioteca de la Esdir.
En un valle toscano se encuentra la abadía de San Antimo.
Esta iglesia románica y monástica, entre cuyas leyendas se incluye una que relata que Carlomagno no sólo la visitó sino que se alojó en el monasterio, es un estuche de alabastro de arriba a abajo. Según se acercaba uno al lugar, los curiosos y turistas que andaban hacia ella parecían disminuir el paso, como deslizándose o flotando en el aire se acercaban a la iglesia. En su cercanía las voces y conversaciones se iban acallando y cuando uno bajaba los tres peldaños del acceso creía ver levitar a los que ya estaban dentro. Llegabamos al mediodía bajo una luz y sol toscanos. San Antimo tiene todo un costado al este por cuyos huecos entraba la luz del sol haciendo vibrar el alabastro. La oblicuidad de los cañones de luz que entraban por las ventanas provocaba cierta desorientación y pérdida de la línea del horizonte. Era entonces cuando la fábrica de alabastro medieval parecía una nave que se escoraba y que hacía que los viajeros y visitantes levitasen mientras esta nave románica despegaba (no es difícil imaginarlo ahora que hace poco que vinimos de Marte).
La Edad Medieval y el Románico se hacen imprescindibles para entender el Renacimiento italiano, de cómo hay un hilo sepultado desde el inicio del medievo de sucesivos renacimientos, como dice Jacob Burckhardt (La Cultura del Renacimiento en Italia, EDAF), que surgen cada vez con periodicidad más corta antes de la gran eclosión. Como los fantasmas que salen y persiguen su lugar en la memoria.
Seguiremos...
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