11. ... A LA MÚSICA CLÁSICA
Un periódico madrileño ha decidio sacar una colección de cinco CDs de un pianista de música clásica, Glenn Gould (1932-1982).
Glenn Gould era un canadiense nacido en Toronto y aunque menos famoso que otro compatriota suyo, Leonard Cohen, es casi igual de popular y tanto sus paisanos como la mayoría de los aficionados a la música clásica le guardan sentido reconocimiento y cariño.
Hay mucho erúdito y experto en música clásica que no le soporta la falta de academicismo en su aproximación a los clásicos. Gould no dejó nunca de experimentar y modificar sus interpretaciones. En este sentido fue alguien que se salía de los cánones. Tanto se salió que desde un cierto momento decidió que era más importante la grabación que la música clásica en directo. La grabación como modo continuo de análisis, e improvisado, ateniéndose a la inspiración espontánea que le ofrecía el recorrido de la obra que interpretaba. Lo que muy bien podría ser el "ad libitum" (a voluntad, improvisación) para los clásicos.
Para dar con los resultados que consideraba adecuados no dudaba en emplear todo lo que la tecnología le ofrecía para manipular la grabación. No titubeó en hacerse un experto de los métodos de grabación más adelantados de su tiempo, incluso digitales.
Además de acercarse de manera abierta y audaz, seguro que respetuosa pero no mitificadora, a los maestros clásicos, Bach sobre todo, el neurótico, insobornable y maniático Gould tenía otras cosas.
En el Museo Nacional de Cánada tiene dedicado un espacio con objetos e imágenes suyos.
Glenn Gould no consentía grabar ni dar un concierto que no fuera sentado en su "silla" particular, ese potroso asiento. Doblado sobre sí mismo, encorvado, con las pienas encogidas o cruzadas, o alguna en el aire sin apoyar, metiendo la cabeza entre los hombros, con la barra central de lo que era la parte del asiento entre las nalgas... Sobre ese madero hacía recaer todo el peso del tronco y de las extremidades superiores y, a veces de una o dos piernas cuando se encogía por la emoción de la interpretación.
Las largas sesiones de grabación y los conciertos le llevaron a padecer todo tipo de dolores musculares y patologías de la columna vertebral. Así que junto a la silla que había de acompañarle siempre para actuar o grabar, también le acompañaba un maletón lleno de medicamentos para soportar los dolores.
Para alcanzar el nivel de excelencia que se exigía necesitaba de ese potro de tortura. Un claro ejemplo de neurosis anti-ergonómica y de masoquismo genial.
https://www.youtube.com/watch?v=aEkXet4WX_c
Glenn Gould era un canadiense nacido en Toronto y aunque menos famoso que otro compatriota suyo, Leonard Cohen, es casi igual de popular y tanto sus paisanos como la mayoría de los aficionados a la música clásica le guardan sentido reconocimiento y cariño.
Hay mucho erúdito y experto en música clásica que no le soporta la falta de academicismo en su aproximación a los clásicos. Gould no dejó nunca de experimentar y modificar sus interpretaciones. En este sentido fue alguien que se salía de los cánones. Tanto se salió que desde un cierto momento decidió que era más importante la grabación que la música clásica en directo. La grabación como modo continuo de análisis, e improvisado, ateniéndose a la inspiración espontánea que le ofrecía el recorrido de la obra que interpretaba. Lo que muy bien podría ser el "ad libitum" (a voluntad, improvisación) para los clásicos.
Para dar con los resultados que consideraba adecuados no dudaba en emplear todo lo que la tecnología le ofrecía para manipular la grabación. No titubeó en hacerse un experto de los métodos de grabación más adelantados de su tiempo, incluso digitales.
Además de acercarse de manera abierta y audaz, seguro que respetuosa pero no mitificadora, a los maestros clásicos, Bach sobre todo, el neurótico, insobornable y maniático Gould tenía otras cosas.
En el Museo Nacional de Cánada tiene dedicado un espacio con objetos e imágenes suyos.
Glenn Gould no consentía grabar ni dar un concierto que no fuera sentado en su "silla" particular, ese potroso asiento. Doblado sobre sí mismo, encorvado, con las pienas encogidas o cruzadas, o alguna en el aire sin apoyar, metiendo la cabeza entre los hombros, con la barra central de lo que era la parte del asiento entre las nalgas... Sobre ese madero hacía recaer todo el peso del tronco y de las extremidades superiores y, a veces de una o dos piernas cuando se encogía por la emoción de la interpretación.
Las largas sesiones de grabación y los conciertos le llevaron a padecer todo tipo de dolores musculares y patologías de la columna vertebral. Así que junto a la silla que había de acompañarle siempre para actuar o grabar, también le acompañaba un maletón lleno de medicamentos para soportar los dolores.
Para alcanzar el nivel de excelencia que se exigía necesitaba de ese potro de tortura. Un claro ejemplo de neurosis anti-ergonómica y de masoquismo genial.
https://www.youtube.com/watch?v=aEkXet4WX_c
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