10. DEL ROCK-SOUL...
El nueve de noviembre hubo un auténtico acontecimiento cultural en Logroño. Desde luego mucho más cultural que lo que la propaganda y nuestras administraciones nos ofrecen como cultura.
Dicho acontecimiento tuvo lugar a las 21.30 horas en el bar Biribay de la calle Fundición. Muy apretaditos para darnos todos calor humano, el local estuvo atestado. El concierto estaba programado en otro local más amplio, pero fue cambiado porque seguramente no habian vendido entradas suficientes. Por un lado estuvo bien, porque el local se presta a la cercanía de público y artistas y el ambiente, más recogido, hace que todo sea más 'auténtico'. La contraparte es que es una pena que mucho aficionado a la música Pop, y a aquellas emparentadas con ésta, se perdió un magnífico concierto, bien sea por desinformación, o bien por la falta de una buena promoción del mismo.
Nikki Hill salió con su grupo al escenario pasadas las 21.30. Fue como si irrumpiera una simpática pantera negra a hacernos disfrutar. Una fiera llena de jovialidad y con las mismas ganas de pasárselo bien, y hacérnoslo pasar bien, que los que allí estabamos.
Reconozco mi ignorancia sobre Nikki Hill hasta ese día, pero fue todo un descubrimiento.
Es una mezcla entre Janis Joplin (mucho más fina y menos desgarrada) y Amy Winehouse (parece menos poderosa, con menos registros y más centrada). En su voz negra contiene todas las raíces de la música popular de la segunda mitad del siglo XX. Paseó sin solución de continuidad del rock más clásico al pop más suave, con paradas obligadas tanto en el soul de las raíces más profundas como en el más funky, dejando entrever la marca de lo aprendido del blues y de las damas del Jazz (de lo poco que hubo de balada, llegué a pensar que me recordaba a Ella Fitzgerald). Y fuerza, mucho entusiasmo (contagioso) y
personalidad.
Por si fuera poco, esta chica tiene esa facilidad tan envidiable para hacer de su cuerpo la extensón natural de la música, con gracia y como quien bebe agua, desde el dedo meñique de la mano derecha a las uñas del pie izquierdo y vuelta, pasando por todas sus articulaciones y junturas. La miraba bailar y después me miraba a mi y a los que tenía delante balanceándonos y cabeceando como si fueramos 'tentetiesos' con un cencerro colgando, como un ejercito de soldaditos de plomo en silla de ruedas y descoyuntados. ¡Vaya diferencia en el sentido del ritmo del lenguaje corporal en sintonía con la música!
Y la banda que la acompañaba.
Una formación de lo más clásico en el rock, dos guitarristas, un bajo y un batería. No llegué a discernir el nombre de ninguno de ellos pero hubiera merecido la pena para seguirles la pista. Un grupo enérgico, empuje imparable y técnico en el batería, un bajo sobrio y ajustado que demostraba ser un virtuoso y las dos guitarras que parecían sacadas de un concierto de un grupo hippy y ácido de los setenta. Cabe decir que el recorrido de música llena de matices que salía de las cuerdas vocales de Nikki tenía su contrapunto en los acordes de sus guitarristas, más inclinados al rock y al rhythm and blues, con desarrollos y solos que recordaban a veces a Allman Brothers Band, e incluso a Led Zeppelin (pero menos, afortunadamente), bajo los cuales surgían compases y riffs de fondo muy stonianos a lo Keith Richards, todo ello sin renunciar a los toques bluesies y jazzies.
Lo pasamos en grande.
Sólo un par de pegas. La tendencia, que quedo discreta en el aluvión de buena música que se nos vinó encima pero tendencia al fin, al heavy en algún solo guitarrero. La otra fue que, dentro del buen sonido general que hubo, habría que haber pedido un poco más de volumen al micrófono de Nikki, para haberla gozado aún más.
Es cierto que la media de edad era más bien alta, a muchos jovenes no les debe ser asequible el precio a veintitantos euros de la entrada. De todos modos me extrañó no haberos visto a alguno por allí. ¡Qué juventud esta que no ha leído a Tintín, no ha visto la primera (la buena) de Blade Runner, y se pierde estos conciertos!
https://fanmusicfest.com/content/nikki-hill
Dicho acontecimiento tuvo lugar a las 21.30 horas en el bar Biribay de la calle Fundición. Muy apretaditos para darnos todos calor humano, el local estuvo atestado. El concierto estaba programado en otro local más amplio, pero fue cambiado porque seguramente no habian vendido entradas suficientes. Por un lado estuvo bien, porque el local se presta a la cercanía de público y artistas y el ambiente, más recogido, hace que todo sea más 'auténtico'. La contraparte es que es una pena que mucho aficionado a la música Pop, y a aquellas emparentadas con ésta, se perdió un magnífico concierto, bien sea por desinformación, o bien por la falta de una buena promoción del mismo.
Nikki Hill salió con su grupo al escenario pasadas las 21.30. Fue como si irrumpiera una simpática pantera negra a hacernos disfrutar. Una fiera llena de jovialidad y con las mismas ganas de pasárselo bien, y hacérnoslo pasar bien, que los que allí estabamos.
Reconozco mi ignorancia sobre Nikki Hill hasta ese día, pero fue todo un descubrimiento.
Es una mezcla entre Janis Joplin (mucho más fina y menos desgarrada) y Amy Winehouse (parece menos poderosa, con menos registros y más centrada). En su voz negra contiene todas las raíces de la música popular de la segunda mitad del siglo XX. Paseó sin solución de continuidad del rock más clásico al pop más suave, con paradas obligadas tanto en el soul de las raíces más profundas como en el más funky, dejando entrever la marca de lo aprendido del blues y de las damas del Jazz (de lo poco que hubo de balada, llegué a pensar que me recordaba a Ella Fitzgerald). Y fuerza, mucho entusiasmo (contagioso) y
personalidad.
Por si fuera poco, esta chica tiene esa facilidad tan envidiable para hacer de su cuerpo la extensón natural de la música, con gracia y como quien bebe agua, desde el dedo meñique de la mano derecha a las uñas del pie izquierdo y vuelta, pasando por todas sus articulaciones y junturas. La miraba bailar y después me miraba a mi y a los que tenía delante balanceándonos y cabeceando como si fueramos 'tentetiesos' con un cencerro colgando, como un ejercito de soldaditos de plomo en silla de ruedas y descoyuntados. ¡Vaya diferencia en el sentido del ritmo del lenguaje corporal en sintonía con la música!
Y la banda que la acompañaba.
Una formación de lo más clásico en el rock, dos guitarristas, un bajo y un batería. No llegué a discernir el nombre de ninguno de ellos pero hubiera merecido la pena para seguirles la pista. Un grupo enérgico, empuje imparable y técnico en el batería, un bajo sobrio y ajustado que demostraba ser un virtuoso y las dos guitarras que parecían sacadas de un concierto de un grupo hippy y ácido de los setenta. Cabe decir que el recorrido de música llena de matices que salía de las cuerdas vocales de Nikki tenía su contrapunto en los acordes de sus guitarristas, más inclinados al rock y al rhythm and blues, con desarrollos y solos que recordaban a veces a Allman Brothers Band, e incluso a Led Zeppelin (pero menos, afortunadamente), bajo los cuales surgían compases y riffs de fondo muy stonianos a lo Keith Richards, todo ello sin renunciar a los toques bluesies y jazzies.
Lo pasamos en grande.
Sólo un par de pegas. La tendencia, que quedo discreta en el aluvión de buena música que se nos vinó encima pero tendencia al fin, al heavy en algún solo guitarrero. La otra fue que, dentro del buen sonido general que hubo, habría que haber pedido un poco más de volumen al micrófono de Nikki, para haberla gozado aún más.
Es cierto que la media de edad era más bien alta, a muchos jovenes no les debe ser asequible el precio a veintitantos euros de la entrada. De todos modos me extrañó no haberos visto a alguno por allí. ¡Qué juventud esta que no ha leído a Tintín, no ha visto la primera (la buena) de Blade Runner, y se pierde estos conciertos!
https://fanmusicfest.com/content/nikki-hill
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