THE CURE EN BILBAO
El jueves 24 de noviembre The Cure dio un magnífico concierto en el BEC de Baracaldo.
Casi tres horas de concierto.
Robert Smith es el lider, fundador y compositor de esta banda. Un músico peculiar y de un talento tan grande como pleno de personalidad.
The cure comienzan en 1976, en plena era post-punk y con reminiscencias sonoras de la New Wave británica de aquellos años. La imagen de Smith, siempre vestido de negro y maquillado de blanco con toques de carmín a brochazos y a juego con su despelucado peinado, así como un sonido que muchas veces lleva una base de harmonías de bajos contundentes y cadenciosos, lo ubicaron en la estela de 'grupos góticos', algo que niega y fastidia a Smith.
Como todo músico de verdadero talento, Robert Smith ha ido buscando un sonido propio que tenía y oía en su cabeza. Inconfundible y característico, ese sonido tiene mucho más de Pop británico, e incluso Rock'n'roll, que de Punk. A través de aquello que fue el cajón de sastre de la New Wave, sus letras desgranan una suerte de 'hiper-existencialismo' cotidiano que lo conecta más con The Who y, sobre todo, con los Kinks que con el berreo pseudo-protestón de los punks. El ropaje de musicalidad y de aparatoso volumen sonoro de sus canciones es clave en unas canciones que se apoyan en los ritmos y arreglos más básicos y efectivos del rock, interpretados con el empuje y seguridad de una banda que, da la impresión, ha salido a tocar en muchos escenarios de garaje. Con gran calidad de sonido, sin necesidad de virtuosismos gratuitos, Smith añade sus distintivos guitarreos tan únicos como su voz, que sobresalen y dan con las melodías plenamente poperas sobre la sonoridad de efectos y teclados anclados por la sección rítmica cuyos espacios y vacíos rellena el punteado de apisonadora de las guitarras.
Tan sofisticados en la producción y en los arreglos como Bowie, reciente cadáver exquisito antes que Leonard Cohen, tan densos en sus capas de sonido como Nick Cave, pero muy alegres y bailables en su humor gris, Smith parece la lider de un grupo de señoras que toma el te con pastas en Fortnum and Mason. En sus gestos, en su sonrisa afable al borde del escenario, en los movimientos de las manos, una señora simpática, muy lista y liberal que se muestra comprensiva y tolerante con los tiempos que corren, que está de vuelta de todo; como esas madres y hermanas mayores que salen en las películas de John Ford.
A todo ello añadir la impecable y adecuada puesta en escena de luces y proyecciones en los fondos y pantallas del escenario.
Demasiado buenos para ser sólo punks, de un sonido luminosamente optimista como para ser considerados meros siniestros góticos, con demasiada sabiduría como para ir de alternativos y buscar el dinero fácil (su último disco es de hace ocho años), es necesario The Cure para esta época de tanto despiste y tanta decepción.
Casi tres horas de concierto.
Robert Smith es el lider, fundador y compositor de esta banda. Un músico peculiar y de un talento tan grande como pleno de personalidad.
The cure comienzan en 1976, en plena era post-punk y con reminiscencias sonoras de la New Wave británica de aquellos años. La imagen de Smith, siempre vestido de negro y maquillado de blanco con toques de carmín a brochazos y a juego con su despelucado peinado, así como un sonido que muchas veces lleva una base de harmonías de bajos contundentes y cadenciosos, lo ubicaron en la estela de 'grupos góticos', algo que niega y fastidia a Smith.
Como todo músico de verdadero talento, Robert Smith ha ido buscando un sonido propio que tenía y oía en su cabeza. Inconfundible y característico, ese sonido tiene mucho más de Pop británico, e incluso Rock'n'roll, que de Punk. A través de aquello que fue el cajón de sastre de la New Wave, sus letras desgranan una suerte de 'hiper-existencialismo' cotidiano que lo conecta más con The Who y, sobre todo, con los Kinks que con el berreo pseudo-protestón de los punks. El ropaje de musicalidad y de aparatoso volumen sonoro de sus canciones es clave en unas canciones que se apoyan en los ritmos y arreglos más básicos y efectivos del rock, interpretados con el empuje y seguridad de una banda que, da la impresión, ha salido a tocar en muchos escenarios de garaje. Con gran calidad de sonido, sin necesidad de virtuosismos gratuitos, Smith añade sus distintivos guitarreos tan únicos como su voz, que sobresalen y dan con las melodías plenamente poperas sobre la sonoridad de efectos y teclados anclados por la sección rítmica cuyos espacios y vacíos rellena el punteado de apisonadora de las guitarras.
Tan sofisticados en la producción y en los arreglos como Bowie, reciente cadáver exquisito antes que Leonard Cohen, tan densos en sus capas de sonido como Nick Cave, pero muy alegres y bailables en su humor gris, Smith parece la lider de un grupo de señoras que toma el te con pastas en Fortnum and Mason. En sus gestos, en su sonrisa afable al borde del escenario, en los movimientos de las manos, una señora simpática, muy lista y liberal que se muestra comprensiva y tolerante con los tiempos que corren, que está de vuelta de todo; como esas madres y hermanas mayores que salen en las películas de John Ford.
A todo ello añadir la impecable y adecuada puesta en escena de luces y proyecciones en los fondos y pantallas del escenario.
Demasiado buenos para ser sólo punks, de un sonido luminosamente optimista como para ser considerados meros siniestros góticos, con demasiada sabiduría como para ir de alternativos y buscar el dinero fácil (su último disco es de hace ocho años), es necesario The Cure para esta época de tanto despiste y tanta decepción.
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